La vida real y el mundo de la pelota son dos cosas bien diferentes. Pero con aristas muy parecidas. Es por eso que, intrínsecamente, hay un punto en que se unen las dos. Hay un momento, y quizá sea uno y nada más, en el que las cosas dan eso giro de más o de menos, y te hace sonreír. Y te da revancha: porque te caés y te levantás. En la vida o en el fútbol.
El sentimiento del vestuario de San Lorenzo es así: casi un año después de que Kimberley lo eliminara del campeonato pasado, el Ciclón se tomó revancha, lo venció 5-3 en Boedo, con el aliento incesante de su gente, estiró el global de la serie a 10-6 y se metió en semifinales del torneo, donde enfrentará a Boca.
La historia nace en los pies de Villalva, en la firma del 10, donde comienzan los cuentos con finales felices: tira un caño por la izquierda para eliminar a un rival y saca la cara interna del pie derecho para acomodar la redonda junto al palo. Un puñado de minutos después vuelve a escaparse por la banda, pero engaña a todos y habilita a Vargas que ingresa solo por la otra punta. Sobre el final del primer tiempo, Vidal le mete un latigazo de zurda a una bala perdida y estira la diferencia, aunque quedaría tiempo para que Farach descuente y el marcador quede 3-1.
En la segunda mitad, el equipo de Ruscica tuvo que adaptarse a otra función. Ante la embestida, lógica, del Celeste por el descuento, San Lorenzo metió rombo y defendió con alma y vida. Farach y Martínez Riveras marcaron para Kimberley y Vidal y Bolo gritaron para el Ciclón que mantuvo la diferencia y sacó pasajes para la próxima ronda.
La lluvia del año pasado en Villa La Ñata barrió las penas del corazón. Hoy San Lorenzo sonríe y sí: disfruta de una ilusión que cada vez es más grande.