Un multicampeón en Boedo

El entrenamiento de una tarde fría de Ushuaia canta su fin. Una montaña mira, apenas de reojo, a los jugadores abandonando el campo de juego.  Los árboles se cuelan por la visión del ventanal, y es recién en un pequeño gajito del parquet verde donde puede observarse a Lucas Chianelli con la pelota aún entre los pies, en la mitad de la cancha. Prueba al arco pero se le va lejos. Refunfuña, mira el techo enojado y traga una bocanada de aire. No es un suspiro. Es un trago al orgullo para volver a intentarlo: cuerpo inclinado, brazo al compás del movimiento, pie zurdo clavado, empeine derecho lleno de pelota para tirar e inflar la red en su totalidad. Ahora sí se retira. Con el andar cansino y la sombra que parece reflejar una sonrisa que se esconde.
 

Dentro del mundillo del fútbol de salón, el apellido Chianelli está asociado con el éxito. Fue pieza clave en equipos de primera línea, Selección Nacional y un absoluto multicampeón: 16 torneos de AFA, 6 copas anuales y 3 nacionales. Un palmarés repleto: exactamente el más ganador que pisó el futsal argentino. Sin embargo, aún frunce el sueño cuando no entra el último remate post entrenamiento. El lo define así: "Es una especie de obsesión: amo este deporte, pero aún más amo jugar a la pelota. Ganar o perder nunca me dará igual mientras las ganas y la pasión estén intactas. Por eso siempre me mentalizo así: a dejar todo en la cancha. La sensación de ganar un título siempre será especial, y toda mi vida deportiva lucharé por eso: no claudica".
 

Pero la vida es así, siempre las monedas tienen dos caras. Y todo triunfo puede tener detrás una derrota: "Cuando me toca perder lo vivo con la misma intensidad. Para mí es durísimo". Ahí mismo se tapa la cara con la palma de la mano izquierda, como borrando algún mal recuerdo. Y continúa la charla con la mirada fija en un punto perdido. "Pero de todas aprendí (traga saliva y sigue). De todas. Cualquiera que juegue a algún deporte sabe que es un momento horrible (se toma unos segundos). Sobre todo de las más feas: porque tienen revancha. Hay que sentarse, ver lo que uno hizo mal y corregir los errores. Pero sin volverse loco: las derrotas y los triunfos hay que saber administrarlos para ir mejorando".
 

"Me pasa que aprendí mucho más en esta etapa de mi vida que cuando era joven. Es, más que nada, por una cuestión de herramientas: hoy en día a los jugadores europeos, que tratás de imitar, los tenés más cerca por la transmisión de los partidos, vídeos y redes sociales. Además, cuando sos chico querés jugar y nada más, de grande te centrás en los detalles". continuó Lucas.
 

Por último, Chianelli contó cómo fue su decisión para llegar a San Lorenzo: "No hay que pensar mucho cuando te llama el mejor equipo de la Argentina. A su vez, me motiva mucho este tipo de torneos cortos que se definen rápido y que apuesta a reunir a los mejores equipos de todo el país. Muchas veces podés ver talentos ocultos, de equipos de las provincias y que no tienen mucha difusión. Ya estoy casi al final de mi carrera y lograr algo con San Lorenzo sin duda sería hermoso".
 

El gimnasio apaga sus luces. A las montañas las envuelve la noche. Los árboles más altos se esconden atrás de una nube. Y nadie se da cuenta, pero aquella pelota todavía está durmiendo abrazada la red.