Tomás Pescio, un campeón de Ushuaia a Boedo

Hace menos de un año, Tomás Pescio se refugiaba del frío de Ushuaia en un bar de la Avenida San Martín, la calle principal de la ciudad. El objetivo era juntarse con otros hinchas del Ciclón a mirar cada partido que jugara San Lorenzo. Es que además, Pescio era una de las figuras principales del equipo "Los Cuervos del Fin del Mundo" y semana tras semana, partido tras partido, fue fortaleciendo su amor por la camiseta y el club. Pero, claro, los sueños eran otros...

El tiempo transcurrió y la vida encuentra encuentra a Tomás mirando al cielo de Buenos Aires en los primeros calores de noviembre, apenas unos meses después. El parquet del Quinquela Martín está empapado de gloria y la Copa que acaba de conseguir el Futsal de San Lorenzo espera a un costado fundirse en el calor de los brazos de alguno de los jugadores. Hay cosas que no cambian: los colores de su camiseta son los mismos, el sentimiento de su corazón también, pero los sueños son otros: hace unos meses que se afianzó en la Primera División del equipo de salón de sus amores, convirtió goles en todas las series de la Fase Final y aportó para que el Ciclón alcanzara el Bicampeonato. "Tengo una felicidad enorme, es algo que queríamos mucho y ahora que se dio estoy muy contento. Me adapté bien al equipo, estoy aprendiendo un montón y por suerte tengo al lado mío varias personas que me ayudan a crecer día a día", cuenta.

Pasan las horas, los festejos siguen y el juvenil vuelve a una realidad distinta, donde busca algún compañero que lo ayude a volver a su casa, porque tiene miedo que el 85 que lo deja en el Parque Rivadavia tarde en llegar. "Yo siempre tuve planeado venir a Capital a estudiar y a seguir mejorando deportivamente, lo que nunca imaginé es que podía conseguir todo lo que se logró en el último tiempo. Todo esto fue gracias a mis padres, que me apoyaron para tomar la decisión y me siguen acompañando a la distancia", dice, y aprovecha para ponerle un gorrito azulgrana al papá, que acaba de llegar de Ushuaia y sigue sus movimientos con los ojos caídos y una mirada enternecedora.

A principio de año, Tomás llegó al club para empezar a tomar confianza en la Tercera División, pero la partida de varias piezas fundamentales del primer equipo hicieron que Luciano Antonelli le diera el voto de confianza para empezar a sumar minutos. El pagó con buenas actuaciones y sobre todo con goles. Un estilo bien definido, mucho juego de espaldas para darle profundidad al equipo, potencia pero sobre todo olfato goleador. En los playoffs, le convirtió a Pinocho, Hebraica y el más gritado: en la final ante Boca. De todas formas, los flashes no lo encandilan y tiene tiempo de volver a la realidad y acordarse de su raíces: "Los Cuervos del Fin del Mundo siempre fueron mi segunda familia. Desde que arrancamos con un grupo de chicos a jugar para divertirnos hasta que nos hicimos fuertes defendiendo a muerte nuestra camiseta. El club me dio valores y miles de momentos lindos, nunca me voy a olvidar de ellos".

"A San Lorenzo le tengo un amor impresionante porque me abrió las puertas cuando me tocó dejar mi ciudad. Estoy muy contento de estar acá y ojalá sigan viniendo cosas lindas", cierra Pescio y pone una sonrisa parecida a la que tenía cuando a los 9 años arrancó a jugar Futsal. Una sonrisa que le copa toda la cara. Una mueca desfachatada, perspicaz, como su gambeta para sortear al jugador rival y, con un latigazo de derecha, darle el gol al Ciclón que lo encaminó al título el día de la final.