En el universo de las ucronías futboleras, muchos se han preguntado qué hubiera pasado si se habría disputado la Copa Libertadores o el Mundial de Clubes en 1947. Es que para muchos cuervos, el equipo que arrasó con el Campeonato de 1946 se trató de la mayor exposición de fútbol que brindó San Lorenzo en su rica historia. Y para extender su supremacía, cruzó el Atlántico a fin de aquel año, invitados por el empresario Francisco Gallo, por entonces dueño del teatro Astral.
Blazina, Vanzini, Basso, Zubieta, Grecco, Colombo, Imbellone, Farro, Pontoni, Martino, Silva, Rodríguez, Crespi, Peñalva, de La Mata, Aballay y Alarcón llegaron al Viejo Continente con la ilusión de legitimar el dominio futbolístico fuera de la Argentina. En sus primeros partidos, San Lorenzo goleó 4-1 a Atlético Aviación, cayó ante Real Madrid, empató con Athletic Bilbao y derrotó en un atrapante 7-5 a la Selección de España en Barcelona.
Pero fue hace exactamente 70 años cuando el Ciclón logró el –por lo menos hasta entonces- mejor resultado de su historia: apabulló 6-1 a la Selección local en la revancha, en Madrid y con el General Franco en el Palco de Honor. Cuenta la leyenda que el dictador español pidió bajar al vestuario para conocer a los futbolistas que habían dejado deslumbrados a los 50 mil espectadores que llenaron el Estadio Metropolitano.
René Pontoni fue el abanderado futbolístico de aquella verdadera epopeya, que también incluyó históricas victorias ante el Seleccionado de Portugal y el Porto y empates con Valencia, Deportivo La Coruña y Sevilla. Fue tanto lo que generó San Lorenzo en 1946-47, que muchos periodistas deportivos españoles encuentran una influencia directa en el Barcelona de Johan Cruyff del Ciclón que enamoró para siempre al pequeño Jorge Bergoglio.