Hacía más de 30 años que Mario Rizzi no se paraba en esta vereda. “No, no quise pasar más por Avenida La Plata. No, dejá, ¿para qué? ¿Sabés lo que pasa? Que siempre creo que voy a levantar la vista y lo voy a ver, como antes, como siempre, enterito... Todavía no puedo entender que el Gasómetro no se aparezca ante mis ojos... Pero ya vamos a volver. Todos me lo dicen: tenés que hacer el primer gol en la cancha nueva, como en el 79. Y yo estoy esperando ese día”, cuenta Mario, con los ojos vidriosos, y la sonrisa le recorre el rostro curtido. Ya pasaron 38 años de aquel último grito de gol en Avenida La Plata, uno de los 64 que Rizzi marcó con la azulgrana. Fue en el encuentro contra Cipolletti de Río Negro, el 18 de noviembre de 1979: San Lorenzo ganó 4 a 0, con dos tantos de Mario, uno de Coscia (de penal) y otro de Miguel Angel Torres. El que cerró la goleada sobrevino a los 32 minutos del segundo tiempo. Y Rizzi no lo olvidará jamás aunque... no lo haya podido ver. ¿Cómo es esto? El lo explica: “Cuando digo que no lo vi es porque vengo corriendo a lado de mi marcador (creo que el costarricense Slowly) y tengo la pelota ahí, en el aire, para pegarle; entonces, para no perder tiempo, en vez de acomodarme me anticipo y le pego casi en el aire, suponiendo que el arquero ya estaba saliendo; el defensor me desacomoda, me tira, pero la pelota ya iba al arco, el de Avenida La Plata... Supe que había sido gol por el grito de la gente. Me levanté lleno de tierra, feliz... Así fue el último gol del Gasómetro...”.
–¿Y cómo era jugar en esa cancha?
–Ufff... Es que no era una cancha, era un teatro. Gritar un gol acá era distinto... Sería la madera, el hierro, qué sé yo.
–Te emocionás ahora mismo.
–Hace mucho tiempo pasé por Avenida La Plata, en auto. Iba a hacer un trámite acá cerca. Mi mujer de ese entonces nota que me pongo a llorar. “¿Qué te pasa?”, me pregunta. Claro, encima no entendía nada de fútbol. “¿No te das cuenta de que no está más?”, le decía. Era por el Gasómetro. Fue como ver demolida la casa donde te criaste.
–¿Te acordás de los vestuarios del Gasómetro?
–Claro, ¡cómo no me voy a acordar! Todo de madera, con los casilleros para cada jugador. Camiseta había una sola, si se rompía la tenías que coser. El playón. El túnel... Me acuerdo de todo.
–Mirá cuando el estadio vuelva a estar acá, Mario...
–Sólo le pido a Dios poder hacer otro gol en Avenida La Plata. En el mismo arco. Con la azulgrana en el pecho. ¿Será mucho pedir?